Mes del Sagrado Corazón

Mes del Sagrado Corazón

Junio es el mes del Sagrado Corazón. San Claudio de la Colombiere (1641-1682) en Francia, a partir de las revelaciones recibidas por Santa Margarita María de Alacoque, y el Beato Bernardo Francisco de Hoyos (1711-1735) en España, ambos jesuitas, fueron incansables apóstoles de la devoción al Corazón de Jesús. La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de Loyola y un grupo de compañeros en 1540, encuentra su fundamento espiritual en los Ejercicios Espirituales. La humanidad de Cristo, centro al que apunta la devoción al Sagrado Corazón, es un elemento esencial en este camino de oración que ha transformado la vida de muchos hombres y mujeres y, por lo tanto del mundo y de la Iglesia, desde entonces.

En la Iglesia del Sagrado Corazón nos sumamos a esta celebración de manera sencilla.

  • Preces comunitarias en las misas de 12:30
  • Exposición del Santísimo los jueves y viernes a las 19:30  

Consagración de la Compañía de Jesús al Sagrado Corazón de Jesús  (Padre Pedro Arrupe, SJ)

“Oh Padre Eterno:
Mientras oraba Ignacio en la capilla de La Storta, quisiste Tú con singular favor aceptar la petición que por mucho tiempo él te hiciera por intercesión de Nuestra Señora ‘de ser puesto con tu Hijo’. Le aseguraste también que serías su sostén al decirle: ‘Yo estaré con vosotros’. Llegaste a manifestar tu deseo de que Jesús, portador de la Cruz, lo admitiese como su servidor, lo que Jesús aceptó dirigiéndose a Ignacio con estas inolvidables palabras: ‘Quiero que tú nos sirvas’.
Nosotros, sucesores de aquel puñado de hombres que fueron los primeros ‘compañeros de Jesús’, repetimos a nuestra vez la misma súplica de ser puestos con tu Hijo y de servir ‘bajo la insignia de la Cruz’ en la que Jesús está clavado por obediencia, con el costado traspasado y el corazón abierto en señal de su amor a Ti y a toda la humanidad.
Renovamos la consagración de la Compañía al Corazón de Jesús y te prometemos la mayor fidelidad pidiendo tu gracia para continuar sirviéndote a Ti y a tu Hijo con el mismo espíritu y el mismo fervor de Ignacio y de sus compañeros.
Por intercesión de la Virgen María, que acogió la súplica de Ignacio, y delante de la Cruz en la que Jesús nos entrega los tesoros de su corazón abierto, decimos hoy, por medio de Él y en Él, desde lo más hondo de nuestro ser: ‘Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Vos me lo disteis; a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta’.”